—¿Estás dispuesto a hacerlo? —preguntó Trina.
Alejandro asintió con firmeza. —No tengo otra opción, Trina. Si no acepto, el juicio podría durar años. Y no quiero estar en prisión, ni vivir con esto sobre nosotros.
Trina se acercó y le tocó la mejilla. —Entiendo, Alejandro. Es un sacrificio, pero es por tu libertad, por nuestro futuro.
Él la miró agradecido. —Gracias, Trina, por entenderlo.
La decisión estaba tomada. Alejandro aceptó el acuerdo con pesar. Los días siguientes fueron un torbellino de trámites legales, firmas de documentos y transferencias de propiedades. Trina lo acompañó en todo, brindándole su apoyo.
Perder la finca de olivos fue dif&i