—Trina, ya regresé. ¿Qué haces aquí? —preguntó, mirándola fijamente.
—Solo… estaba consultando algunos libros sobre la historia de los olivos. Me parece muy interesante.Él se acercó, sin apartar la mirada de ella. —Sí, esta tierra tiene muchas historias que contar.Trina sintió el peso de la carta en su bolsillo, el secreto que ahora compartía con él, sin que él lo supiera. La dualidad de Alejandro era abrumadora. El hombre que la había amado con tanta ternura la noche anterior, era el mismo cuyo legado estaba manchado por la corrupción y la injusticia.—¿Todo bien? —cuestionó Alejandro, al notar su tensión.—Sí, todo bien. Solo… el calor.Él sonrió y, con su mano, acarició su mejilla. —Ven, el almuerzo está listo.Trina asintió, sintiendo el calor de su caricia, un gesto que ahora le resultaba extraño, contaminado por la verdad que había descubierto. Se dirigió al comedor con él, con la mente llena de dudas. Había enco