La madrugada vestía de gris los callejones de la ciudad, y Pamela sentía cada sombra como una amenaza latente. Había dejado su departamento con lo esencial: la memoria USB que Axel le había dado, algo de dinero, una muda de ropa y el número de un contacto que él mismo le había escrito en un trozo de papel doblado con manos temblorosas.
Axel no respondió su último mensaje. Y eso era mala señal.
El último sobre con la fotografía de Lina esposada la había desestabilizado. La imagen, aunque borrosa, no dejaba dudas: Lina estaba viva… pero cautiva. Y quien la tenía sabía perfectamente cómo jugar con el miedo.
Pamela caminaba con paso rápido, oculta tras una gorra gris y una bufanda que apenas dejaba ver su rostro. No podía usar su celular. No podía volver a su departamento. No podía contar con nadie. Ni siquiera con Matías, que no respondía desde la última vez que discutieron sobre Cristhian. El mundo, de pronto, se sentía desolado y resbaloso, como una cuerda floja bajo la lluvia.
Aún así