La tarde cayó con un cielo anaranjado, bañando la fachada de Étoile con destellos dorados. A pesar de que el sabotaje en la clase había sido menor, Pamela no podía ignorar la sensación helada que le recorría la espalda cada vez que pensaba en la advertencia anónima hallada en su taquilla: “Esto apenas comienza.”
Cristhian había reforzado la seguridad del estudio y había mandado instalar cámaras nuevas. No dejaba de mirar su teléfono, atento a cualquier información que Axel pudiera enviarle desde su análisis de los sistemas comprometidos. Pamela, mientras tanto, intentaba mantener la calma por el bien de sus alumnas y de Abigail, quien se mostraba más silenciosa desde sus pesadillas recientes. Pero incluso las paredes elegantes de la escuela comenzaban a parecerle frágiles.
Aquella noche, justo cuando se preparaban para cerrar, un sobre elegante fue entregado a nombre de ambos. Sin remitente, pero con un diseño exquisito que delataba un evento exclusivo. Pamela abrió el sobre con delic