Qué coincidencia. Justo cuando Ana y Fabiola llegaban a las escaleras, se encontraron con Mateo, quien al ver a Ana, sintió que toda la ira que había logrado contener volvía a surgir. Sus astutos ojos se tornaron rojos y su mirada se llenó de hostilidad, en marcado contraste con la serenidad de Ana.
Fabiola, aunque ignoraba lo sucedido entre ellos, intuyó que no era nada bueno. Mateo ni siquiera dirigió una palabra a Ana, sino que al ver a Isabella en la sala, se dirigió directamente hacia ella. Esta actitud hizo que Fabiola frunciera el ceño con preocupación.
—¡Mateo! —exclamó Isabella, cuyo rostro se iluminó al verlo, cobrando vida cada una de sus facciones como una mujer completamente enamorada. Su presencia finalmente alivió la incómoda atmósfera.
Ana y Fabiola se acercaron más lentamente, y al no ver a Gabriel por ningún lado, Ana discretamente suspiró aliviada.
—Fabiola —saludó Isabella dulcemente, intentando ignorar a Ana que permanecía junto a Fabiola, esforzándose por mantener