Su voz grave estaba llena de impaciencia.
Con el trauma psicológico de las dos veces anteriores, Isabella tembló instintivamente al escuchar esa voz.
Su rostro parecía aún más pálido que antes.
La maquillista notó algo extraño, pero al final fingió no saber nada, bajó la cabeza y se concentró en maquillar el rostro de Isabella.
Este hombre claramente tenía una presencia extraordinaria.
Todo lo que llevaba puesto eran marcas de lujo de alta costura, definitivamente era un ricachón de segunda generación.
Ella era solo una trabajadora, no podía meterse con él pero sí podía evitarlo.
No tenía sentido buscarse problemas por una persona que no le importaba.
Además...
Esta mujer tampoco parecía ser precisamente una santa.
—Diez minutos más y estamos listas.
Diez minutos después.
La maquillista puso las manos en los hombros de Isabella, mirando a la mujer completamente transformada en el espejo:
—Señorita Ramírez, ¿hay algo que no le guste?
Isabella tenía la mente en otro lado completamente.
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