Lo intentaron varias veces.
Mateo no estaba satisfecho con ninguna.
La sonrisa de Isabella se veía peor que si estuviera llorando, con una expresión rígida, ¿dónde estaba la dulzura?
Si alguien más viera las fotos, ¡probablemente pensaría que había sido secuestrada!
La tormenta en los ojos de Mateo se intensificaba cada vez más, toda la atmósfera del estudio de maquillaje se volvió opresiva.
La maquillista miró a Isabella con lástima y no pudo evitar decir:
—Señorita Ramírez, relájese, no se presione tanto, trate de recordar... los momentos felices que vivió antes con el señor Herrera...
Intentaba persuadirla pacientemente, tratando de evocar los recuerdos hermosos de Isabella.
¡Pero bajo esta presión, por más tranquila que fuera Isabella, era imposible que se relajara completamente para recordar el pasado!
Y si los había, también eran de ella y Mateo en una constante lucha.
Tú retrocedes, yo avanzo, yo avanzo, tú retrocedes... en un ciclo repetitivo, pero sin nunca dar un paso más sus