Cyrus parpadeó, con una mezcla de sorpresa, impresión e incrudulidad.
—¿Estás...? ¿Tú estás segura de lo que estás diciendo, Stella? —le preguntó.
—Sí. Lo estoy, Cyrus. Lo estoy —respondió ella y agarró puñados del cuello de su chaqueta, para atraerlo hacia sí y darle otro beso, más suave, más lento, pero tan intenso como para demostrarle que lo que decía era verdad—. Ya no tengo miedo porque sé que no tengo que tener miedo de ti. Me siento segura contigo y quiero tenerlo todo contigo... quiero vivir todas las emociones contigo y quiero tener una relación completamente normal y sana contigo.
Cyrus tragó. Le dedicó una mirada cariñosa y le acarició la cabeza, apartándole el cabello de la cara.
—No sé qué decir —admitió, sonriendo nervioso.
Absurdamente, Cyrus Leroux estaba nervioso. Tantas mujeres, tanta experiencia y ahora, con la mujer de la cual estaba enamorado, se sentía nervioso ante ese gran momento que había estado esperando.
—No digas nada. No tienes que hacerlo —d