*Horas después...*
Stella estaba de pie frente a la entrada del edificio cuando vio el coche negro de Cyrus detenerse junto a la acera. El sol del mediodía caía entre los edificios altos y lanzaba destellos sobre el parabrisas, haciéndolo brillar mientras él aparcaba con la facilidad y la elegancia que parecía caracterizarlo incluso en los gestos más simples.
Ella apretó sus manos al verlo bajar del coche. Llevaba una camisa polo azul oscuro ceñida, los primeros botones abiertos, las mangas apretando los fuertes músculos de sus brazos, y un pantalón jean que acentuaba su porte natural. Tenía el cabello aún húmedo por la ducha, peinado hacia atrás sin demasiado esfuerzo, y se veía… bueno, se veía como un hombre apetecible a simple vista.
Cuando la buscó con la mirada y la encontró, Cyrus sonrió. Esa sonrisa transformó las facciones serias de él en algo cálido, suave, casi tierno. Stella sintió que su estómago daba un vuelco.
—Hola, pequeña —saludó él mientras se acercaba a ella