En cuanto sus labios entraron en contacto, Stella perdió la capacidad de razonar y se sumergió en las sensaciones. Nunca había sido tan consciente de su físico como en ese momento. La energía que había perdido su mente la ganó su cuerpo.
Sus labios se unieron con firmeza, juntando sus alientos, sus bocas húmedas y resbaladizas. Cyrus le acarició la mejilla y la oreja antes de sujetarla por la nuca.
Mientras le aprisionaba la boca con la suya, le acariciaba la piel con suavidad. Sus labios flotaban juntos, deslizándose, devorándose entre sí. Tras unos instantes, él le echó la cabeza hacia atrás rogándole sin palabras que separara los labios.
Stella no respiraba. Era imposible. Las sensaciones eran demasiado intensas: el sabor mentolado de su lengua, el aroma a gel de ducha de su cuerpo, su aliento, que la consumía.
Ante la falta de respuesta de ella, Cyrus le recorrió el labio inferior explorándolo con precaución, antes de apoderarse de él hábilmente y de metérselo en la boca