Isabel nos despidió con un ademán.
—Entiendo. Hablaré con tu padre. Ya pueden irse.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Leonardo se fue con Carolina. Isabel clavó su mirada en mí.
—En unos días recibirás noticias oficiales en tu casa. Prepárate.
Mi madre y yo salimos de la propiedad. Cuando llegábamos a nuestro carro, Leonardo se nos puso enfrente.
Me encaró, con la cara roja de coraje.
—¿Qué le dijiste a mi madre? Te lo advierto, Carolina y yo ya nos dimos anillos de compromiso. ¡Ni se te ocurra meterte entre nosotros! Voy a mandar a alguien por el anillo que te di. Sé que te duele perder tu puesto como mi esposa, así que te mandaré unas joyas como compensación. Pero te prohíbo que vuelvas a molestarnos, ni a mí ni a mi madre.
Me zafé de su agarre.
—¿Tú crees que estoy tan desesperada por ti? ¿Que necesito andar con intrigas para entrar a tu familia? Puedes estar seguro de que no soy esa clase de mujer. Jamás me rebajaría a tanto.
Carolina, a su lado, rio con burla.
—Cómo detesto a las tipas como tú, siempre haciéndose las dignas. Si no te importara, no habrías ido de chismosa con la señora Isabel. De por sí ya le caigo mal, y seguro es porque le has estado metiendo ideas en la cabeza en mi contra. Además, ¿quiénes son los Reyes para empezar? ¿De qué presumes tanto? Yo soy otra cosa. Mi papá es el traficante de armas más grande de Europa. Él va a ser el mayor apoyo para Leonardo. ¿Tú qué tienes que se compare con eso? Mi papá me adora. Si no consigo lo que quiero, va a usar sus negocios para presionar al jefe. ¿Tú crees que el Don prefiere a una socia poderosa o a una inútil de una familia sin importancia?
Su estupidez me dejó sin palabras. Se atrevía a amenazar las decisiones internas de la familia con influencias externas, y nada menos que en el territorio del Don. En nuestro mundo, eso era el mayor tabú, un error que se pagaba caro. ¿Con quién creía que estaba tratando?
Yo no tenía que mover un solo dedo. Cada palabra que acababa de decir llegaría a oídos del Don.
Di un paso atrás.
—En ese caso, les deseo a ti y a Leonardo una vida larga y feliz juntos.
Mi madre temblaba de coraje. Si no la hubiera estado sujetando del brazo, le habría soltado una cachetada a Carolina.
De camino a casa, mi madre me miró muy preocupada.
—He oído que el Don, Javier, es un hombre duro y despiadado. Tiene treinta y cinco años y sigue soltero. Dicen por ahí que lo hirieron de gravedad en Marbella hace años… Me pregunto si tendrá algún problema de salud…
Le tomé la mano.
—Mamá, no te preocupes. A una hija de la familia Reyes nadie le falta al respeto, sin importar con quién se case. Confía en mí. Además, ¿no te has dado cuenta? A pesar de todos los rumores, cada vez que los miembros importantes de la familia hablan del señor Javier, lo hacen con un respeto que impone y una obediencia total. Estoy segura de que no es un hombre cualquiera.
Añadí con una sonrisita mordaz:
—Y cuando me case con él, Leonardo va a tener que llamarme Madre.
A mi madre se le escapó una risita.
—Ay, qué niña tan traviesa.
Cuando mi padre llegó a casa y se enteró de lo que había pasado en la propiedad, se rio con sarcasmo.
—Qué bueno que se fue. Estamos mejor sin ese idiota. Además, el señor Javier es mucho más capaz de lo que dicen los rumores. Casarte con él podría no ser malo para ti. Y en cuanto a lo que dijo la hija del traficante… cruzó una línea de la que no hay vuelta atrás.
Encendió un puro y soltó el humo lentamente.
—En nuestro mundo, jamás permites que alguien de fuera use los negocios para chantajear decisiones de la familia. ¿Cree que el negocio de armas de su padre puede influir en el Don? Qué ingenua.
***
Tres días después, la noticia de que Leonardo había roto nuestro compromiso para casarse con Carolina, la hija del traficante de armas, se esparció como pólvora por toda la alta sociedad de Europa. De la noche a la mañana, me convertí en el hazmerreír de todos.
Mis amigas me llamaron una tras otra. Algunas para darme el pésame; otras, apenas disimulando su alegría por mi desgracia.
Pero al romper el compromiso, Leonardo se había ganado como enemigo a la poderosa familia Reyes. Nosotros éramos los líderes de la alianza de familias del norte. Como había traicionado nuestro acuerdo, ya no teníamos ninguna obligación de facilitarle las cosas en los negocios.
En un consejo familiar, mi padre anunció:
—A partir de hoy, cancelamos todas las alianzas de negocios que tengan que ver con el grupo de Leonardo. Ya que eligió a la hija del traficante, que el negocio de las armas lo mantenga como heredero.