Todos en la sala se quedaron callados. Isabel se acercó a mí de prisa, intentando levantarme.
—Elena, por favor, levántate. Podemos hablar de esto con calma.
No me moví, seguí de rodillas.
—Señora, las mujeres de la familia Reyes somos esposas, nunca amantes. Es la tradición de nuestra familia. No puedo romperla, pero tampoco quiero interponerme en la felicidad de Leonardo y la señorita Carolina. Por eso, le pido formalmente que cancele mi compromiso con Leonardo.
Isabel suspiró y me puso una mano en el hombro con suavidad.
—Pero Elena, las hijas de la familia Reyes siempre se han casado con miembros de las familias principales de El Sindicato. Aparte de Leonardo, todos los hombres de su nivel que podrían ser una opción ya están casados. No me gustaría que te hicieran un desplante.
Levanté la cara y la miré a los ojos.
—Entonces le pido que le dé un mensaje al Don de mi parte. Quiero casarme con él.
En cuanto las palabras salieron de mi boca, un silencio absoluto inundó la habitación. Isabel retrocedió un paso, pálida por la sorpresa.
—¡¿Qué?! ¿Quieres casarte con Javier?
Incluso las otras señoras que estaban en el sofá dejaron sus tazas, con los ojos tan abiertos como les era posible para capturar la escena.
Isabel se arrodilló frente a mí, su voz sonaba baja pero intensa.
—¿Tienes idea de lo que estás diciendo? Javier es mi hermano. Es el Don de toda la organización. Tienes que entender que, una vez que yo le dé este mensaje, ya no habrá vuelta atrás.
Asentí con firmeza.
—Estoy segura.
Isabel me miró con un destello de lástima en los ojos.
—Yo misma te elegí. Eras la candidata perfecta para ser la esposa del heredero. De todas las muchachas de la alta sociedad en Europa, solo tú tienes esa elegancia, ese tacto. Leonardo es un idiota.
Desde el sofá, una mujer llamada señora Beatriz rio con sequedad.
—Leonardo tiene el mismo carácter que su difunta madre. Igual de impulsivo, igual de ciego.
Isabel no tenía hijos biológicos. Leonardo era hijo del matrimonio anterior de su esposo. Después de que la madre de él muriera, Isabel se casó con su padre y lo crio como si fuera suyo.
Solo porque su madrastra era la hermana del Don, y como el Don no tenía hijos, Leonardo fue nombrado heredero.
Para afianzar su posición, Isabel me había elegido a mí específicamente, de la poderosa familia Reyes. ¿Quién iba a decir que perdería la cabeza por una muchacha como Carolina?
En ese momento, una empleada entró de prisa en la sala.
—Señora, el señor Leonardo y la señorita Carolina están aquí. Piden verla.
La expresión de Isabel se endureció.
—Que pasen.
Los ojos de Leonardo se fijaron en mí, arrodillada en el suelo. Se quedó quieto y luego su cara se descompuso en una mueca de enfado.
—¿Viniste a llorarle a mi mamá?
Me lanzó una mirada furiosa y dijo con veneno en la voz:
—Te lo dejé claro esta mañana. No me voy a casar contigo. ¿Crees que puedes usar a mi mamá para obligarme? Creí que eras digna y respetuosa, pero resulta que eres como todas las demás, desesperada por casarte conmigo. Qué decepción.
Mi madre, Catalina, estaba tan furiosa que se puso pálida. Estaba a punto de contestarle, pero Leonardo ya había tomado de la mano a Carolina y se había arrodillado frente a Isabel.
—Mamá, amo a Carolina. Te lo ruego, por favor, aprueba nuestro matrimonio.
El tono de Isabel era neutro.
—Tu compromiso con Elena fue un pacto, algo acordado hace mucho tiempo. Es la piedra angular de la alianza de nuestras familias. ¿Sabes en qué posición dejas a la familia Reyes al hacer esto?
Leonardo levantó la vista, con mirada desafiante.
—Yo solo quiero casarme con la mujer que amo. Mi compromiso con Elena fue arreglado. Yo no sabía, creí que eso era el amor. Pero cuando conocí a Carolina, por fin entendí. A mí me gusta una mujer llena de vida y libre, como ella. Me niego a estar atrapado en un matrimonio sin amor con Elena. Por favor, cancela mi compromiso con la familia Reyes y déjame casarme con Carolina.
Carolina, abrazada a Leonardo, añadió en voz alta:
—Puede que Leonardo sea su hijastro, pero es un hombre, no un peón. ¿No tiene derecho a elegir a su propia esposa?
Isabel rio sin un poco de gracia.
—Leonardo no es solo mi hijastro. Es el heredero de esta familia. El puesto de su esposa es de suma importancia.
Carolina levantó el mentón, con la voz cada vez más afilada.
—Yo soy más que capaz de cumplir con ese papel. No voy a avergonzar a Leonardo. Esas niñas ricas, criadas en una burbuja, son todas tan sosas y aburridas. Lo único que aprenden es etiqueta inútil. Nunca han visto el mundo real. ¡No son más que trofeos huecos!
Sus palabras buscaban humillarme, pero se le había olvidado que todas las mujeres en esa sala, incluida Isabel, eran uno de esos "trofeos sosos y aburridos" que estaba insultando con tanto coraje.
La tensión en el salón estaba a punto de estallar. Las matriarcas la miraban con una dureza inexpresiva.