Antón no dijo nada más, ella tenía razón, a su manera, pero aún estaba en la cuerda floja presionando al jefe.
— Creo que debes darle espacio para que, de respuesta, no lo presiones, deja que esté mejor y toca el tema de nuevo en casa, que él sepa que no estás interesada en otra cosa más que en él.
— Comprendo, eso haré.
— Debes entender que todas las mujeres que se le han acercado durante su vida lo han hecho con intereses personales, todas querían poder, dinero, y lujos, tú eres diferente…
— Yo ni siquiera sabía quién era cunado, me fije en él, y tampoco tenía ilusiones de estar a su lado, estaba preparada para una vida religiosa, él fue quien me sacó del convento.
— ¡Exacto! Recuérdale eso cada vez que puedas, pero hazlo sutilmente.
— Gracias por tus consejos, Antón, no eres tan malo como crees…
Él bajo la mirada al suelo.
— Eso lo crees ahora porque no me has visto en acción, y tampoco a él… no confundas la amabilidad de esta conversación con lo que realmente soy, o lo que somos…