Tomé una bebida energética y unas papitas de la máquina expendedora. Ambas cosas fueron devoradas en segundos pues era mi única comida para sostenerme en lo que quedaba del día.
Hoy me tocaba estar en el área infantil del ala de cardiología. Cada vez que voy para allá se me rompe el corazón, es una pena ver a esos pequeños tener que estar en un frio lugar como éste por mucho tiempo. Sobre todo se me estrujaba el corazón en los casos de aquellos que hasta mueren esperando un transplante.
Para mi desgracia estaba solo con los dos imbéciles que persiguen a Val, pues ella tenía que hacer algo, o eso fue lo que me dijo después de la ronda matutina.
«¿Será que tendría una cita? ¿Algún enamorado?»...
Metido en mis cavilaciones es que llegamos a la entrada de la sala y me encontré con una hermosa visión.
Hay una payasita haciendo figuras de globos y contándoles un cuento a los niños. Los vi tan contentos en ese momento que se me aguaron los ojos.
—La doctora Soré, resultó ser todo un hallazgo