—Valentina Scott Soré —
Si alguien me dijera que hace seis años mi vida sería un ir y venir de cosas y sentimientos, que habría cumplido mis sueños, destacándome como una de las mejores cardiólogas de este país, que estaría esperando una bebita y que el amor de mi vida sería un loco desquiciado diría ¡Joder tíos! es una puta broma ¿no? Pero esta es mi realidad.
Cuando me embarqué esa tarde en el vuelo a Nueva York, con mi pequeño bolso y mi chamarra no sabía que en las siguientes horas de viaje conocería al tipo más sexi, endiablado y sacador de casillas que existe en el mundo, pero que, en cierta forma, con su mente ágil y brillante supo deslumbrarme a primera vista.
Mi vida en España era natural y monótona, la disfrutaba dedicada a los estudios y a lo que creía era una relación “normal” con el que era mi novio y el amor de mi vida, pero una vez más y como un bofetón, la vida me demostró que si quería ser yo misma no podía seguir en la abulia de esa relación que lo único que hacía er