— Ethan Scott —
Si me dijeran que ser el jefe de tres mocosos que se creen adultos iba a ser sencillo, error señoras y señoritas, era una vil falacia, verdaderamente han sido una verdadera patada en el culo.
A Bruno y Dylan los conocía de la universidad, fueron alumnos de George y por ende, les hice ayudantías desde su primer año y a Val, pues bueno a esa chica la conocí en ese avión que me trajo de España de vuelta a Nueva York.
Debo de decir que nuestro reencuentro fue tragicómico, casi de película, todavía al recordarlo me da risa y cada vez que veía a Val me encantaba la manera en como se sonrojaba, pero no crean que se lo he hecho fácil no, no, no... Cada vez que tengo la oportunidad de estar con ella le he puesto la vara alta «no esa vara, mal pensadas», aunque esa también se ha manifestado constantemente cuando estoy cerca de ella y lo he podido disimular bastante bien con mi bata.
En fin, esa chica de ojos almendrados que me traía loco, hacia todo a la perfección, es que no la había podido pillar en absolutamente nada, por Dios, no se cómo lo hace, es como si adivinara qué es lo que estuviera pensando.
Pero bueno, debo decir que no todo era tan malo, al volver a casa, mi padre de verdad que estaba más comunicativo y mi hermano uff, ese otro si que me tenia increíblemente impresionado, creo que la llegada de esa chiquilla de ojos color miel y cabellos cobrizos había hecho un gran trabajo con la pulga.
Me levanté para un nuevo día en el hospital, hoy nos tocaba turno de 24 horas, así que aprovecharía a tomar un buen desayuno. Me vestí con unos simples jeans, una camiseta y mis Crocs. No me apliqué perfume, pues puede que a algún paciente le incomode, así que sólo me coloqué un poco de loción.
Caminé a la cocina ya que escuché unas risas...
—Te dije que era imposible que mi hermana se pueda fijar en ti baboso.
—Pero, pero enana, la princesa es sólo un amor platónico para mí, ella, ah ella es un amor inalcanzable... —Guau así que mi hermanito está enamorado eh?.
—¡Ya cállate baboso! —Alma le pegó con la cuchara, creo que alguien estaba celosilla...
—¡Auch, Alma!
—Merecido te lo tienes, no puedes fijarte en mi hermana, te lo prohíbo baboso...
—¿Qué pasa aquí? —pregunté para ver si podía separar a estas dos fieras.
—Ah, hola guapetón pasa que el baboso de tu hermano dice que mi hermana hermosa, preciosa es tan linda que debería buscarle un novio como él.
—¡Alma! no fue eso lo que te dije. —le gritó ofuscado.
—¿Ah no? —respondió molesta.
—Nop, te dije que ella es tan linda que se merece un hombre tan guapo como yo y que ese tal Ricardo no se la merece.
—Pulga, te falta mucho por crecer para que una chica como la hermana de Alma se fije en ti. —dije riendo ante la inocencia de mi hermanito.
—Eso mismo le digo yo, guapetón. No se da cuenta de que es un baboso que aún no le salen pelos en... —se quedó pensando y yo estaba que me apretaba el estómago antes de ponerme a reír—. el pecho, si en el pecho antes que mi sis se fije en él.
—Ya enana, no sigas, eres realmente un grano en el trasero, no sé cómo te aguanto tanto ash.
— Porqué eres mi novio babosito ¿se te olvida?
—¿Novios?
—¡No te metas! —me respondieron los dos mientras me miraban con furia, tomé el café que me entregó Rosita quien si está muerta de risa viéndolos discutir para luego decirme con sus labios, "Es de todos los días" y seguir con sus quehaceres. Ay, Dios estos dos son terribles, es que de verdad no sé cómo se soportaban, pero bueno de eso se trata la adolescencia ¿no?
Tomé mi bolso y mi bata me despedí de esos dos granujas y salí del penthouse para irme a mi turno al hospital.
Al llegar me estacioné y me encontré con el trio de mocosos que tengo bajo mi tutela. Los vi de muchas risitas, sobre todo a Bruno y a Val que estaban muy apegados, el muy baboso le llevaba la mochila haciéndose el caballero, mientras el otro imberbe de Dylan les abría la puerta.
Y es ahí que me di cuenta de algo, desde que estaba a cargo de estos mocosos no había tenido descanso. Ni siquiera para una cerveza con mis amigos, que decir de llamar a alguna “amiguita” para pasar el rato y para rematarla que esté esta chiquilla de Val, que no me tomaba en cuenta ni para darme la hora me tenia enfermo.
Después de terminar la ronda de la mañana con los chicos y teniendo respuestas a todo por parte de doña perfección me dirigí a la consulta de George para nuestro reporte diario.
—Bienvenido, doctor Scott. —George hizo ademán para que me sentara en la silla que está desocupada pues en la otra se encuentra la insoportable de Daniela.
—Uff, gracias jefe. —literal, me lance en ella para escuchar la reprimenda o los vítores.
—Le preguntaba a Dani qué piensa de los nuevos y si ve alguna estrella en potencia.
—Debo de reconocer que los tres han hecho un buen trabajo, aunque la doctora Soré no me gusta del todo. —«Por supuesto que no te gusta Dani» … Val era una chica increíble, que había llegado a darle cierta luz a la unidad de cardiología, ya todos la conocen y le tienen mucho aprecio, sobre todo esos dos que no se separaban de ella y a pesar de que sea muy renuente doña perfección hace bastante bien las cosas
—Bueno jefe, creo que es muy pronto para que saquemos juicios apresurados, pero hasta el momento los tres tienen buena puntuación para mí. —respondí dejando claro que no me abandero por ninguno de los chicos, pero tampoco desmerezco sus habilidades.
—Me parece un buen resumen doctor Scott, espero que usted ponga todo de su parte para hacerlos unos excelentes profesionales.
—Por supuesto jefe, ya asumí que no me va a cambiar y me ha gustado este rol de tutor con estos chicos y no ha sido para nada de complicado.
—¡Ja!—rió de mala gana Dani—. Sobre todo con la doctora Soré.
—¡Dani! —Bufé molesto—. Eso no tiene absolutamente nada que ver con ella, todos somos profesionales. Creo que es a ti a la que se le está olvidando y teniendo favoritismos en este departamento.
—¡No, eso no es cierto! Solo digo lo que veo —respondió a la defensiva.
—Pues deberías ir al departamento de oftalmología —de verdad esta mina me sacaba de quicio, ¿cómo se me ocurrió tener algo con ella?
«Tú y tu pinga loca» replico mi conciencia.
El doctor George estalló en una carcajada ante mi ultimo comentario.
—Ustedes dos son de cuidado, los dejo… por hoy cerremos el tema y dediquémonos a nuestros pacientes.
Con eso zanjó la discusión y nosotros salimos para realizar la ronda de la tarde.