La sensación de sus labios en mi frente persiste mientras lo escucho moverse por mi cocina, junto con cómo se sintió su mano contra mi piel después de lo que me pareció demasiado tiempo sin que él me tocara en absoluto. No puedo hacer esto. Debería decirle que se vaya antes de que tome todo esto como algo que no significa nada. Debería hacer que se vaya antes de que me enamore aún más de él. Yo debería...
—Aquí estamos—, dice, interrumpiendo mis pensamientos mientras vuelve a entrar a mi habitación. —La mejor sopa de pollo con fideos que jamás hayas probado en tu vida, y unas cuatro botellas de agua—.
Pero entonces lo miro y todas las cosas que sé que debería hacer desaparecen, porque aquí está él, sonriéndome, mirándome como si yo significara para él mucho más de lo que sé que alguna vez significaré. Aquí está, sosteniendo un humeante plato de sopa en una mano y demasiada agua en la otra. Entonces, en lugar de decirle que se vaya como mi mente me exige, le devuelvo la sonrisa.
—¿Cómo