Capítulo 36. No era su hijo
Luciana, al ver que su esposo estaba detrás de ella, comenzó a temblar un poco, pero se recompuso enseguida y le preguntó:
—¿Tú escuchaste mi conversación?
A Maximiliano le pareció sospechoso que ella reaccionara de ese modo solo por una llamada con quien, al parecer, era su sobrino. Aun así, no le dio demasiada importancia y respondió:
—No escuché mucho, solo la parte en la que te despedías.
Acto seguido, con tono bromista, añadió mientras la jalaba hacia sí y comenzaba a besarla:
—¿Y por qué tanto misterio? ¿Acaso me estás escondiendo algo?
—¿Qué me estará ocultando la señora Oliveros? —dijo en broma, mientras la acercaba aún más hacia su cuerpo.
Ella, al darse cuenta de que él no había escuchado nada comprometedor de su conversación con su hija, se relajó y respondió al beso. Sin embargo, de pronto recordó que él tenía algo pendiente por contarle. Se apartó suavemente y le dijo:
—¿Recuerdas que ibas a contarme algo?
Pero el valor que Maximiliano había reunido antes se esfumó. Sabía