El silencio en la oficina de Leonardo Arriaga se rompió con el sonido de su celular vibrando insistentemente sobre su escritorio. Un mensaje apareció en la pantalla. Era del investigador privado al que había contratado en secreto.
"Señor Arriaga, tengo toda la información que pidió. Necesitamos vernos en persona. Es urgente."
Leonardo sintió que un presentimiento oscuro se instalaba en su pecho. Tomó su abrigo y salió de inmediato, necesitaba llegar cuanto antes, necesitaba esclarecer aquella montaña nebulosa en donde estaba perdido ahora.
Treinta minutos después, estaba sentado en un despacho privado de uno de sus edificios. El investigador le entregó una carpeta gruesa con documentos, pruebas, fotografías y grabaciones.
—Encontré la verdad sobre la supuesta enfermedad de Camila —dijo el investigador, con voz grave—. Todo es falso. No tiene ninguna afección cardíaca.
Leonardo frunció el ceño y abrió la carpeta con manos firmes.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó, su voz sonaba afilada