Los días sin Isabela se habían convertido en un tormento constante para Leonardo. Siete días. Siete interminables días desde que ella había sido arrebatada de su lado. Y aunque su mundo parecía desmoronarse, su hijo era la única razón por la que aún se mantenía en pie.
Cada mañana, Leonardo se despertaba con la esperanza de que ese fuera el día en que su equipo trajera noticias sobre el paradero de su esposa. Sin embargo, cada amanecer solo traía silencio y frustración. Leandro, en sus apenas días de vida, había empezado a percibir la ausencia de su madre. Sus llantos eran más continuos, su pequeño cuerpo buscaba con desesperación el calor y el aroma de Isabela. Y Leonardo, con el corazón en un puño, hacía lo posible por suplir esa ausencia.
El hombre que una vez fue temido en el mundo de los negocios ahora se veía torpe, inseguro y completamente desarmado ante un bebé que dependía completamente de él. Sus noches eran una constante vigilia. Dormía con el monitor del bebé a su lado, pe