Capítulo ciento diecinueve. Donde hay humo
— — — — Narra Amy Carlson — — — —
—¿Dónde estás, Brad…? —murmuré, una vez más frente a la ventana. Las luces de la calle parpadeaban como si también dudaran.
Tomé el teléfono. La última conexión de Brad seguía siendo la misma. Sin llamadas. Sin mensajes. Sin señales.
Me senté con cuidado en el borde de la cama. Sentía la presión en la parte baja del vientre, una molestia insistente que iba y venía, acompañada por un cansancio seco que se me pegaba a los huesos. Pero lo peor no era el dolor. Era la incertidumbre.
—Mamá está bien, ¿sí? —acaricié mi vientre suavemente—. Solo estoy un poco asustada. Pero ustedes no tienen que estarlo. Papá va a volver… como siempre.
Una patadita respondió.
Me obligué a sonreír. Iba a ser fuerte. Por ellos.
Sonó un golpe seco en la puerta trasera.
Me congelé.
Me levanté con lentitud. No debía alarmarme sin pruebas. Los agentes estaban afuera. Tal vez era uno de ellos.
Pero el golpe se repitió. Tres toques breves,