Capítulo ciento dieciocho.. No vamos a caer en su juego
— — — — Narra Amy Carlson — — — —
A veces el silencio pesa más que un grito.
Desde que el jefe de seguridad se marchó para coordinar el rastreo del archivo clínico, la casa quedó envuelta en un silencio espeso. Los agentes seguían en los alrededores, vigilantes, pero adentro… era como si el tiempo se hubiera detenido.
Caminaba por los pasillos como una sombra. Cada paso me hacía más consciente de mi cuerpo, de la hinchazón, de los dolores punzantes que venían y se iban como olas caprichosas.
—Están bien, ¿verdad? —murmuré, apoyando las manos sobre mi vientre —. Estamos bien. Y vamos a estar bien… aunque todo a nuestro alrededor se esté cayendo.
No había respuesta, claro. Solo una leve patadita, como si uno de ellos me dijera "te escuchamos".
Suspiré.
Me dirigí a la habitación de los bebés.
Aún no estaba terminada. Faltaban detalles. Faltaban cuadros, el móvil sobre la cuna, los nombres en letras de madera.
—Los nombres… —susurré.