Capítulo ochenta y siete. Cuando el cielo se rompe.— — — — Narra Amy Carlson — — — —No sé cuánto tiempo ha pasado desde que cerré los ojos. Quizá minutos. Quizá una hora. Lo que sí sé es que un ruido sordo me arranca del casi sueño en el que estaba sumida.Brad ya está en movimiento incluso antes de que yo entienda qué ocurre.—¡Arriba, Amy! ¡Rápido!Su voz, firme pero no aterrada, me atraviesa como un latigazo. Siento la urgencia en sus palabras, la misma que me hizo moverme en situaciones pasadas, cuando nuestra vida pendía de un hilo invisible.Me incorporo, el corazón en la garganta, mientras Brad me ayuda a levantarme de la cama. Sus ojos están encendidos, alerta, el cuerpo tensado como un resorte a punto de dispararse.—¿Qué pasa? —pregunto, la voz quebrada.—Han derribado la primera barrera de seguridad —responde él, ya sacando un arma de debajo de la almohada. Su mirada se cruza con la mía—. Escúchame, amor. Vamos a salir de aquí. Vamos a estar bien. Pero necesito que confíe
Capítulo ochenta y ocho: Amenazas invisibles.— — — — Narra Amy Carlson — — — —Tantas horas a solas con Brad habían sido un oasis. Una burbuja perfecta donde solo existíamos él, yo... y nuestros tres milagros creciendo dentro de mí. Pero la calma absoluta nunca dura para siempre.Esa noche, mientras dormía enredada en sus brazos, un golpe seco retumbó desde el exterior de la casa. Me desperté sobresaltada, sintiendo mi corazón galopar en mi pecho. Brad se tensó enseguida, sus músculos duros como acero.—Quédate aquí —susurró apretándome contra el colchón con firmeza, besándome la frente como si fuera un escudo.Vi cómo se ponía unos pantalones al vuelo y desaparecía en la oscuridad. Me quedé inmóvil, alerta, con todos los sentidos encendidos.Los minutos pasaron como cuchillas. Finalmente, Brad volvió, con el ceño fruncido.—¿Qué ha pasado? —susurré al verlo.—Una piedra atravesó la ventana del comedor. No había nadie alrededor.Sentí un escalofrío recorrerme la columna.—¿Crees que
Capítulo ochenta y nueve. Bajo Acecho. — — — — Narra Amy Carlson — — — — Pasaron días de tensión insoportable. Y entonces, un sobre llegó a la casa. Dentro, había una fotografía. Era yo, dormida en la cama. Y junto a ella, una frase: "Es hermosa... lástima que no durará." Se me heló la sangre. Brad maldijo en todos los idiomas que conocía, su furia desbordándose como un huracán. Enloquecido por completo. Rompe su propio escritorio de un golpe mientras grita de rabia. Esa noche, no duerme. Nunca lo había visto así. Y me juré a mí misma que no permitiría que me separaran de él. Ni de nuestros hijos. Camina como un león enjaulado por la habitación, vigilándome mientras yo finjo dormir, aunque las lágrimas me escurren en silencio. ¿Por qué demonios nos pasa esto? ¿Es que nunca vamos a tener un momento de paz? Brad se sienta entonces y finalmente en el borde de la cama, con la cabeza hundida entre sus manos. Nunca lo había visto así. Tan derrotado, tan humano. Me ace
Capítulo noventa. Amar y vivir. — — — — Narra Amy Carlson — — — — Han pasado más de doce días desde que volvimos a la vida normal. Desde que acabaron los mensajes anónimos, los acosos en mitad de la noche, las notas perversas y los intentos de asesinato. No sabemos aún quien hizo aquello ni por qué se ha retirado pero algo hemos entendido y es que no podemos escondernos para siempre. Mantenemos la seguridad, sí, pero vivimos un día a día más normal. Millicent se ha involucrado más en los asuntos de la empresa y la familia. Ahora nos vemos seguido y Brad y ella comienzan a estrechar lazos. Hay algo en la chica que me produce cierta pena, alguna clase de nostalgia y no sé descifrar qué podría hacerle lucir tan herida, tan melancólica como luce a veces. Ahora estamos desayunando juntos en el restaurante frente a la clínica donde escuchamos por primera vez los latidos del corazón de nuestros hijos y ella luce ausente, demasiado ensimismada en su propia mente mientras Brad no deja d
Capítulo noventa y uno. Dos en vez de uno. — — — — Narra Amy Carlson — — — — Hace dos semanas que las cosas parecen estar en calma. Una calma extraña, casi artificial. No hemos vuelto a recibir amenazas, ni mensajes, ni ningún otro aviso que nos recuerde que hay alguien ahí afuera queriendo destruirnos. Pero no me engaño. La tranquilidad puede ser más peligrosa que el caos. Porque el caos se ve, se escucha, se siente. En cambio, el silencio... el silencio esconde trampas. —¿Te duele? —me pregunta Brad mientras me ayuda a acomodarme en el sofá del salón principal de casa. —Solo un poco... No es dolor exactamente, es más como una presión, una tensión en el vientre —respondo con un gesto de incomodidad—. La doctora dijo que es normal en esta etapa, con trillizos y con todo lo que ha pasado. Pero igual no me acostumbro. Brad se sienta a mi lado, me toma la mano con suavidad, como si yo también fuera tan frágil como la vida que llevo dentro. No dice nada durante un momento. Solo me m
Capítulo noventa y dos: El niño de la foto. — — — — Narra Brad Lancaster — — — — El sol entra apenas por las rendijas de la cortina cuando Amy se revuelve a mi lado. Acaricia su vientre aún pequeño, pero que ya nos cambió la vida. La observo en silencio, desde la almohada, sin atreverme a moverme. El embarazo ha sido delicado desde el primer día, y aunque ella finge estar tranquila, yo veo la tensión en su mirada cada vez que se levanta demasiado rápido o cuando el dolor la toma por sorpresa. —¿Estás despierto? —pregunta, con la voz todavía adormilada. —Lo estoy desde hace rato —respondo mientras paso un brazo bajo su cuello y la acerco a mí—. Solo quería verte dormir. Estás hermosa. —Mentiroso —murmura, pero se acurruca en mi pecho como cada mañana—. Me siento un globo. —Un globo que amo —bromeo—. Y un globo que lleva a mis tres pequeños en su interior. Eso te hace preciosa. Se ríe, aunque sé que su humor es una forma de enfrentar el miedo. Desde que supimos que esperábamos t
Capítulo noventa y tres. Ruido de fondo — — — — Narra Brad Lancaster — — — — La calma es extraña. Se presenta sin previo aviso y, por eso mismo, cuesta creer en ella. Amy duerme a mi lado, envuelta en el edredón hasta la barbilla. Su respiración suave, regular, acompasa la oscuridad de la habitación, pero no me permite dormir. Estoy despierto desde hace horas. No por trabajo, no por insomnio… simplemente, algo no me deja descansar. No hay amenazas, no hay notas ni mensajes. Pero eso es justo lo que me inquieta. El silencio también es una forma de guerra. Me levanto despacio, procurando no despertarla. Paso junto a la cuna portátil que ya instalamos en la esquina del cuarto. No está vacía del todo: dentro hay tres peluches, uno por cada bebé que viene en camino. Dos ositos y un conejo. Amy los acomodó como quien construye un refugio. En la cocina, la cafetera burbujea. El olor a café recién hecho me ancla al presente. Apoyo los codos en la encimera y cierro los ojos. Repaso la re
Capítulo noventa y cuatro. Los tres contra el mundo. — — — — Narra Amy Carlson — — — — Brad no durmió en toda la noche. Lo sentí moverse de un lado a otro, revisar cajones, murmurar para sí mismo. A ratos volvía a la cama, me abrazaba como si tuviera miedo de perderme… y luego se marchaba otra vez, devorado por sus pensamientos. Me desperté temprano, aunque no estaba completamente dormida. El embarazo me tiene más cansada de lo normal, pero también más atenta a todo, como si mi cuerpo supiera que debo estar alerta, siempre lista. Cuando bajé, lo encontré en el salón, con una caja en el regazo y una expresión de profunda confusión. No estaba solo. Milicent estaba sentada frente a él, en el sofá. Había lágrimas secas en sus mejillas y el cabello más desordenado de lo habitual. No hablaban, solo miraban una foto que Brad sostenía entre los dedos. Me acerqué despacio. —¿Qué es eso? —pregunté. Brad me miró como si acabara de regresar de muy lejos. —Una foto antigua. Estaba en los