Gemma y yo volvimos a la empresa O”Brien, cuando llegamos ella aparcó tranquilamente su coche en el parking, bajamos del vehículo y dirigiéndonos hacia donde estaban los ascensores subimos para llegar a la planta donde estaba el despacho del CEO. Después de saludar a la secretaria de aquel frío y serio hombre, entramos las dos en el despacho fijándome que el CEO no estaba.
—- No se preocupe señorita, enseguida vendrá mi cliente, ¿le puedo servir algún refresco mientras espera? — me pregunto el abogado
— No gracias, estoy bien — respondí nerviosa, mientras miraba aquel imponente despacho.
Poco después de llegar Gemma y yo al despacho, la puerta se abrió de pronto viendo entrar al CEO muy seguro de sí mismo y sin ninguna prisa sentandose enseguida en su gran sillón detrás de su mesa de despacho enfrente de mí, lo cual me impedía y me hacía más difícil evitar su fría mirada. El abogado estuvo hablando, aunque a mi se me hacía difícil seguir sus palabras, porque podía de vez en cuando sen