La puerta apenas había cerrado tras la partida de Axel y Geraldine cuando la voz de Naven quebró el silencio.
—¿Vas a decir algo o seguirás muda como hace un momento? — El hombre era imppnente.
Sofía parpadeó. La pregunta, directa y sin filtros, la sacó del trance en el que había caído.
—No sabía qué decir —murmuró al fin, bajando la mirada — Acababan de llegar yo estaba en trance.
—Eso lo noté —la cortó él, con frialdad.
El tono de su voz hizo que ella alzara los ojos de inmediato. Naven estaba de pie frente a ella, su postura rígida, sus ojos grises duros como el acero.
—¿Siempre eres así de dócil? ¿Siempre permites que cualquiera te mire por encima del hombro sin defenderte? —escupió con una mezcla de rabia y frustración.
Sofía abrió la boca, pero las palabras no salieron de inmediato. Estaba sorprendida por el ataque.
—No es eso…
—Claro que lo es —la interrumpió, dando un paso hacia ella—. Te quedaste allí, sin decir una palabra mientras esa mujer te ridiculizaba con la mirada. Co