Las luces tenues del área especial del hospital creaban una atmósfera extrañamente tranquila, casi irreal para el caos que solía respirarse en un lugar como ese. Catalina, con las manos entrelazadas sobre su regazo, desvió la mirada hacia Sofía, quien mantenía la vista clavada en el piso, claramente atrapada entre pensamientos que no compartía después de la conversación que tuvieron.
—Sofía —rompió el silencio Catalina con suavidad—. No sé cómo decir esto sin parecer metida, pero... quizás es hora de que dejes que tu matrimonio sea un poco más real, pero para eso deberías de hablar con Naven de esa manera yo creo que eliminas este tormento, porque tú estás acrecentando tus dudas, oscureces en lugar de esclarecer.
Sofía alzó la vista, sorprendida por la frase, pero no dijo nada.
—No me mires así —Catalina soltó una sonrisa leve, cargada de empatía—. Sólo digo que el tiempo se encarga de todo. De mostrarte lo que es real, y también de quitar lo que no. Si te aferras al miedo, no vas