Ella exhaló internamente, sintiendo que la cuerda sobre la que caminaba se tensaba aún más.
—Pero sigues sin convencerme.
Antes de que pudiera reaccionar, Salomón tiró de la tela de su blusa, dejando su vientre al descubierto. Se inclinó hacia ella, su expresión impasible, casi científica.
—Aquí no logro oír el latido de los gemelos. ¿Acaso te lo inventaste?
Cristal jadeó, su rostro enrojecido por la ira y la humillación, pero su mente trabajó rápido. No podía permitir que la descubriera. No aún.
—Estoy embarazada —repitió, esta vez con mayor firmeza—. ¿Qué s