«Si pudiera retroceder el tiempo, guardaría mis palabras en tu mente, para que no me dejara persuadir por mentiras, evitando así este miedo latente que me consume hasta en los sueños».
Aisha observaba el reflejo en la ventanilla del avión, sumida en un mar de pensamientos. El mundo bajo sus pies se desdibujaba en una maraña de recuerdos y emociones. El aire se le antojaba denso, como si cada respiración fuese un acto de resistencia. Sabía que este viaje lo cambiaría todo, pero lo que no podía prever era cuánto dolería volver.
El reencuentro de Aisha y Cristal
El sol se ocultaba tras las colinas cuando Aisha llegó a la mansión de Cristal. El lugar emanaba grandeza, pero también una tristeza antigua. Lionel la recibió en la entrada. No intercambiaron palabras; el silencio incómodo fue suficiente.
Cristal la esperaba en la sala principal, iluminada por la luz cálida de una lámpara antigua. Su silueta, con las manos reposando sobre el vientre abultado, parecía casi sagrada. Pero no fue el