La noche descendía con una intensidad que parecía cargar el aire de presagios. La luna roja, grande y dominante, ascendía sobre el horizonte como un ojo que todo lo ve, bañando el internado en un resplandor carmesí. Cada rincón parecía respirar peligro.
Aisha cruzó la valla del internado con movimientos rápidos, evitando las miradas curiosas. Su mente giraba en torno al amuleto que Falco le había entregado. Había intentado buscar respuestas, pero lo único que había encontrado era frustración y un vacío que parecía apretar su pecho con cada paso que daba.
Se dirigió al área abandonada de los baños, esperando encontrar alguna pista oculta entre las sombras. Pero el silencio del lugar la envolvía, y las respuestas parecían estar fuera de su alcance.
—¿Buscas algo, chica de ojos bonitos? —preguntó una voz conocida detrás de ella.
Aisha se giró rápidamente para encontrarse con Sanathiel Rodrigo, apoyado contra una banca de cemento con su típica expresión despreocupada. Sus ojos dorados bri