46. EL PRECIO DE LA DESESPERACIÓN
No recuerdo haberme sentido tan miserable en toda mi vida.
La muerte de Laila me destrozó, sí. Fue un agujero negro que me tragó el alma entera. Pero al menos aquella vez pude consolarme repitiendo que fue una enfermedad, algo que ningún poder en este mundo pudo detener.
Esta vez no.
Esta vez fue mi error. Mi confianza. Mi estupidez.
Lyra desapareció porque bajé la guardia. Porque creí que mi fuerza bastaba para protegerla. Ahora esa fea grieta en el pecho me devora, un dolor tan ácido que me retuerce cada latido.
Han pasado tres días. Tres malditos días sin ella. Sin noticias. Sin rastro.
Toda la manada se ha volcado a buscarla. Beta Clark y Brina no han dormido en jornadas completas, interrogando, siguiendo rumores, persiguiendo pistas que se deshacen como humo en cuanto las tocan. Cade, mi propio sobrino, ahora convertido en el traidor más buscado entre los licántropos, parece haberse esfumado de la faz de la tierra con la misma precisión con que arrancó a Lyra de mis brazos.
Pero