Cuando despierto, encuentro a mi madre acurrucada junto a mí, creo que pensaba que podría cometer alguna locura si me dejaba sola. Gracias a mi movimiento, se despierta sobresaltada y me mira con ojos tristes.
—Mi amor, ¿cómo te sientes? —mientras me pregunta esto, me abraza y me suelto a llorar de forma incontrolable, tanto así que tienen que llamar a un doctor para que me dé un tranquilizante y vuelva a dormir.
Cuando despierto nuevamente, ya es bastante tarde, pero tal como hace unas horas, mi madre sigue junto a mí, sin dejarme sola ni un solo segundo.
Durante todo una semana, tal como si fuese una rutina, solo despierto para desayunar, tomar un baño y volver a dormir, sin preocuparme por nada más que no sea la pena y el dolor que mi corazón siente al recordar como Iker me abandonó en el altar y hubiese seguido así, si no fuese porque cuando despierto como otras tantas veces, no encuentro a mamá a mi lado.
Con mucho cuidado bajo las escaleras y escucho a mis padres y mis hermanos hablando en susurros sobre lo preocupados que están por mí.
—No es buena idea que se quede sola, Antoine, no puedo regresar a Francia y dejar a nuestra hija sumida en esta tristeza —musita mi madre, tratando de aguantar el llanto al decir esto.
Eso me parte el alma, ya que nunca me ha gustado hacer llorar a mis padres.
—En cuanto encuentre a ese maldito, le haré pagar lo que le hizo a nuestra hermana —sisea mi hermano André, soltando un fuerte golpe sobre la mesa.
—¡Shh! Baja la voz, despertarás a tu hermana —lo reprende mi padre en un intento por calmar a mi hermano.
—Madre, no te preocupes, es mejor que regreses con papá, yo puedo quedarme aquí y cuidar de ella. Puedo pedir unas semanas en el trabajo y ocuparme de ella. No la dejaremos sola —replica mi hermano Pierre con una gran determinación y sé que él también sufre, al igual que mis padres, por verme en este estado.
Al escucharlos decir eso, no puedo evitar romper en llanto. Sé que le estoy haciendo daño a mi familia y no puedo dejar que renuncien a sus vidas en Francia por cuidarme. Tengo que dejar atrás este dolor y seguir adelante. Bajo las escaleras mientras limpio mis lágrimas, y mi familia voltea sobresaltada.
—De ninguna manera, ustedes no se quedarán aquí. Me puedo hacer cargo de mí misma, además no me quedaré sola. Doña Regina estará aquí conmigo —y cuando digo esto, puedo ver a mi ama de llaves en un lugar apartado, ella también es partícipe de esta conversación.
—Claro que sí, mi niña, siempre me ocuparé de ti —asevera con ternura.
—Pero cariño, ¿cómo crees que mamá te va a dejar aquí? No hay nada más que decir, me quedaré contigo y no puedes discutir, por lo menos déjame cuidarte unos cuantos días más —comenta, mientras se acerca y me abraza.
—¡Por favor, mamá…! —intento hacerla entrar en razón.
—¡Ya lo decidimos, tu madre puede volver en cuanto estemos seguros de que estás mejor y no me discutas, señorita! —me corta mi padre con tono autoritario, dando a entender que la discusión ha terminado.
—Está bien, pero les advierto que a partir de la siguiente semana regreso a mi trabajo y no pienso discutir sobre eso, así podré continuar con mi vida. El mundo no se acaba solo porque un hombre sea tan miserable como para dejar a su futura esposa en el altar.
A pesar del dolor que siento, no puedo derrumbarme, tengo que empezar de nuevo y sobre todo espero algún día poder cobrarle a Iker lo mucho que me hizo sufrir con su engaño.