Estaba inmersa en el trabajo y la música estaba fuerte, no escuché cuando Dante entró en la oficina.
—Hola preciosa —dijo en mi oído y tomándome por la cintura y haciéndome saltar del susto.
—Dante por amor a dios, casi me matas del susto.
—¿Esperabas a alguien más?
—Mi esposo puede venir en cualquier momento.
—Entonces tendré que ser rápido —remató. Giró mi silla y me besó apasionadamente.
—Debemos estrenar la oficina —susurré juguetona mientras aflojaba su corbata.
—Hmmm estrenaremos lo que quiera señora Navarro —me levantó por el trasero y me sentó sobre el escritorio. Subió mi vestido y la frágil tela de mi tanga se rasgó en sus manos. A tientas abrí su cremallera y busqué su delicioso miembro. La pasión nos