Los siguientes días fueron una pérdida de tiempo. Lo único que pudo hacer fue revisar los otros escritorios de la sala superior antes que llegara Gilda; sin embargo, lo único que encontró fueron pedidos de material o notas sin tanta importancia. En su cabeza sonaban las manecillas de un reloj, contándole el tiempo, diciéndole que debía apresurarse porque su padre no esperaría para toda la vida.
Como un halcón, vigilo varios días a Marcos. Esperando la oportunidad de que se marchara y dejara solo, por un segundo, el lugar; pero, para su mala suerte, ese tipo se mantenía pegado a la bodega incluso a la hora de la comida. Además, había levantado sospechas sobre Teo, quedándose en la barra siempre que bajara a la sala. No le permitía ni siquiera obtener un vistazo de lo que escribía.
Mientras andaba en la calle antes de llegar al puente, pensando un plan, de repente, unos gritos lo sacaron de su mundo, haciéndolo concentrarse en el entorno. Por un lado, un viejo barbudo se acercaba corrien