La barba del hombre estaba sucia. Su ropa desgastada tenía manchas en todas partes. En la mano se sentía la piel áspera, raspando el dorso de la suya. Los ojos estaban apenas abiertos, más el enrojecimiento que los cubría, daba la impresión de que los estaba forzando para no dormirse. La preocupación era evidente y se notaba el esfuerzo que hacía por su hija.
-Creo que cargo algunas monedas - se metió la otra mano en el bolsillo. El metal tintineó al apretarlo. Cuando lo sacó, tomó todo lo que llevaba consigo.
El señor lo soltó, para colocar las manos unidas al frente, formando un hueco entre ellas. Teo metió los dedos, para luego, soltar el contenido completo. Las monedas sonaron, produciendo un ruido suave y relajante. Después, Teo la retiró, dejando