Verónica Sanchez es una estudiante de psicología clínica que tiene fantasías sexuales con el novio de su hermana. Benjamín Alcazar no busca nada mas que una noche de y duro en el club mas famoso de la ciudad. Un club que te permite ser y hacer lo que quieras sin ser juzgado. ¿Acaso no es eso lo que todos quieren en algún momento de su vida? ¿No ser juzgados por sus preferencias sexuales? El es , jamas ha estado con una mujer, aunque se ha tocado a sí mismo, desea experimentar antes de el día siguiente que contraerá matrimonio con la hija del socio mayor de la empresa de su padre. Una mirada será mas que suficiente para que ambos decidan satisfacer esos deseos carnales tan intensos que le calan en lo mas profundo de su ser.
Leer másEs el sonido de la música lo que se intensifica mediante da otro pasos más. El alrededor ciñe cada uno de sus poros porque se mezcla el ruido, el olor a cigarro, el olor al mismo alcohol que de todos los tipos hacen que aquella multitud continúe avivandose. Avivandose ella también.
Al llegar pide los tragos. Una botella entera de tequila y otra de brandy.
Se sienta y empieza a peinarse. Dentro de la barra se nota un espejo.
Una vez que dejar de estar pendiente del bartender, se atreve a girarse.
No cree que alguien más pueda estar acompañándola, justamente en ese lugar, justamente a su lado.
Dos segundos pasan cuando, sin embargo, se paraliza. De inmediato queda prendada de la conmoción y se sutura todo pensamiento.
No hay otro lugar que ver.
Hubiese sido más decente habérselo encontrado en la parada de la calle o en un parque, pero que se lo encontrara en un bar, con media botella del propio tequila en su vestido y oliendo a cigarro, se siente más que intimidada poco. Sus ojos ambarinos están resueltos por la conmoción que llega de súbito. Le tiembla el pecho y se le contrae los músculos del rostro. ¡Realmente era él!
Está Maximiliano D'Angelo sentado a su lado y bebe del vaso que apenas acaban de entregarle.
—¡Bendito Dios!
Ella voltea la mirada y termina por sentarse.
Ruega que no la observe. Que no voltee. Pero no piensa que con su sola exclamación, con su voz a solo una distancia, no la pueda reconocer.—¿Maya?
Se paraliza una vez más. Hace la presencia una consecuencia sobre sus sentidos.
Tiembla. Se ciñen sus pensamientos. Todo su ser. Le produce la voz del hombre a su lado y al que da la espalda un estrago de sobresalto. Pero no tarda en voltearse. Ojos verdes la encierran. Tantas veces que ha experimentado aquella ojeada buscándola por todo los pasillos, como era la común, como era lo correcto. En tal momento, no puede existir palabras que describan cómo es que esa mirada la envuelvan y la acobijen. Y el mundo en el alrededor no parece existir. No ahora.—Señor.Al observarla, no puede ni pensar en apartar sus ojos, porque admira a su secretaria fuera de como siempre la ha visto. Vivaracha, las mejillas sonrosadas, una mirada brillosa, sus labios húmedos. —Pero qué casualidad.Entonces dice y complementa con una sonrisa. —Una gran casualidad, señor. Una muy grande —se ríe, casi hipócritamente. Era una situación embarazosa para ella en realidad. Pero su sonrisa aparenta otra cosa y se muerde el labio, poniendo su cabello detrás. Se mantiene lista a preguntarle—. ¿Acaso está aquí porque…?—No —él pide de inmediato—. No hablamos de trabajo, no me hagas recordar el trabajo, Maya. Y dime Maximiliano, por favor. —No me pida eso, señor. No me atreveré hacerlo. Él le sonríe y entonces bebe una vez más. Ella se inmiscuye en su mirada también y suspira. Tampoco es que lo haya visto antes de una manera tan informal, tan impropia de él. Con esa mirada, llena de libertinaje, y esa mueca pícara que no hace relucir porque no posee más que aquella que es amable y humilde. —Entonces dime si puedes hacer una cosa…Atisbarlo de esa manera, el sentimiento de ímpetu la abarrota.—Maximiliano —pronuncia de pronto. No sabe porque dice su nombre, porque lo llama. —¿No vas a poder aceptarme esta copa? ¿Quieres que no te pida eso?Maya contiene el aliento. La mirada del señor D'Angelo la consiente en perder un poco el razonamiento, y no sabe si en realidad ya es el alcohol…O su propio jefe.No hay cavidad para dejar entrar lo que, después de meses y meses, jamás se le ha pasado por la mente. ¡Compartir una copa con su jefe! Primero: la realidad es otra, no es que no estuviera disfrutando de tener la gracia con la que vivía ahora, porque gracia tenía. Se siente linda, le gusta arreglarse, le gusta salir con sus amigos, y a veces incluso le sale ser coqueta, y eso no es un pecado. Segundo: si está soltera no es nada más porque no ha encontrado un hombre que, como dijo Jenny, la pusiera en un ensueño, como un somnífero, y no es que se lamente, pero Maya Seati tiene convicciones firmes y veraces para haber dudado de todas sus citas y encuentros casuales anteriores, le gusta su soltería. Tercero, no menos importante: si venía al caso aceptarle una copa a cualquier hombre, guapo, con mirada encantadora y sonrisa coqueta, pícara, seguro de sí mismo, con una atracción inminente, fornido, varonil, entrando a los cuarenta, soltero también y sin anillo de compromiso, tal vez sería un motivo por la cual sonreírle también y aceptarle el trago. ¡Pero, eso cambiaba! Cuando quién poseía aquellos dotes no eran nada más ni nada menos que Maximiliano D'Angelo, un empresario italiano sumergido en la riqueza y la plenitud de su madurez, poseedor de un encanto sin igual, ¡y su jefe!Si Maya repasa todas esas menciones quizás no terminaría nunca, porque lo principal no es hacerse valer de orgullo, y de tener aquel rubor entre sus mejillas de blanca nieves, pasándose también su corto pelo detrás de la oreja y fingiendo no tener espasmo por lo inevitable, sino que, con tal encantadora sonrisa y mirada, no sabe a dónde avizorar a excepción de los ojos de su jefe buscándola entre el bullicio de la gente y los colores resplandecientes. Maya entonces escucha, esporádicamente a través de la música frágil y el jaleo condescenderse entre los dos, una risa suave. —Pero si no puedes, no pasa nada. He visto a Jenny también, seguro has venido con ella. No pasa nada si no me aceptas un trago, Maya. Su voz la hace volver en seguida y tiene que levantarse para verificar que su jefe se echa un trago y pellizca el rostro por el ardor. Ella sin embargo, toma aire, y le dedica una de sus mejores sonrisas. La noche en realidad sería muy largaCapitulo 17: Encontré una flor.Me levanto al día siguiente con una jaqueca horrible que me hace arrugar los ojos y odiar la luz que entra por mi ventana. Mi habitación es minúscula, pequeña a tal punto que debo colocar velas aromáticas para evitar que el olor a sudor o ropa sucia pueda almacenarse.Escucho unas voces procedentes de la sala y doy gracias al cielo que mi puerta está cerrada. Solo por eso el día me parece mejor.Busco el móvil y encuentro miles de mensajes.Es una exageración.Muchos mensajes.Reviso, casi todos son de Ana.Mi mejor amiga que me tiró a la boca del lobo contándole a mi madre que me quedé en el club anoche.Súbitamente los recuerdos de la noche anterior me arropan y me levanto con rapidez de la cama.El hombre y sus manos alrededor de mi cuerpo.El desconocido
Capítulo 16: Vacío. No sé porque me fui.No entiendo la razón por la que salí de aquella habitación como si el demonio me persiguiera.Una semana había pasado desde que salí desde aquel cuarto del club Focus.No he vuelto a saber de ella y la culpabilidad me carcome.¿Cómo se fue del club? ¿que hizo después? ¿cómo está su labio? ¿tendrá el rostro inflamado después de los golpes que ese desgraciado le pegó?No he dejado de pensar en Verónica ni un solo día desde que la conocí, y me molesta que ella habite en mi cabeza como si ésta le perteneciera, como si mi mente y mi cuerpo fueran de su propiedad.Entro en la casa de mi madre y de inmediato la vislumbro en la sala de estar con una taza de café en sus manos y una mujer arreglándole
Intento tranquilizar mi alma y comienzo a tararear una canción que antes mi madre solía cantarme, una letra que era sedante para mis llantos después de llorar todas las noches al pensar porque mi padre no vivía con nosotras. Un típico y absurdo pensamiento de niña, la culpabilidad pensando que había hecho algo que pudo haber ocasionado su marcha.No volví a saber de él hasta que tuve los quince años y descubrí que él tenía una nueva familia y que tengo dos hermanastros a los cuales jamás había visto.No quise buscarlos ni preguntar por ellos, mi padre se encerró en sí misma y su trabajo, en la crianza de sus hijas y en olvidar que en algún momento estuvo casada con ese hombre.No soy como las mujeres de esas novelas románticas en la que la protagonista decide emprender un viaje de
***Verónica***Me visto rápidamente, sin prestar atención a la mirada que me lanza Benjamín. Muero lenta y dolorosamente, con tanta vergüenza que no quepo en mí misma. Sé que no debería sentirme así porque esto no ha sido mi culpa, al menos no completamente. No quería nada de esto, no quería que me golpearan en la cara, tampoco quería que un hombre intentara abusar de mí. No deseaba que nadie se aprovechara de mi cuerpo, pero tampoco he pensado de la manera más correcta. He conseguido que un desconocido se aprovechara de mí, de mis intenciones de disfrutar mi vida.No comprendo por qué demonios cuando una persona decide disfrutar su vida sin tabúes, sin esos muros que poco a poco la sociedad ha ido instaurando en el corazón de las personas, en su cerebro, en sus ganas de vivir libremente.; termina siendo repudiada o marginada.No se trata d
Capítulo 13***Benjamín***—Escúchame bien, niño rico. —Me dice Benedit Observándome, colocando una mano en mi pecho y deteniéndome para que no abra la puerta.—¿Qué diablos quieres ahora? —Le pregunto molesto. —¿Qué mierda se te puede ocurrir para detenerme ahora?—Cuida tu tono y las palabras que utilizas para referirte a mí.—Cuídate tú de no encabronarme. —Le digo quitando la mano de mi pecho. —Tu jefa te ha dicho que me lleves a la puerta. Así que eso es lo que vas a hacer.—Agradece que voy a decirte lo siguiente. —Él cruza los brazos sobre su pecho y se recuesta de la pared. —Cuando abra la puerta, lo que sea que encuentres ahí debes de mantener la calma. No quiero peleas en mi club.—El club de Katia. —Le corrijo, sonriendo, irónico. —Hasta donde estés tú no tienes nada que ver y no eres más que un simple empleado. —Me burlo de él.—Katia mandado una orden, pero tengo la ligera sospecha que vas a hacer, que pierda la cabeza y te saca de aquí a los tir
***Verónica***Mi pecho sube y baja con desesperación, mi respiración se vuelve cada mas desesperada. Lamentablemente, acepté tener los ojos vendados. Solo escuchar y sentir, para mi mala suerte he caído en la merced de un maldito acosador que no sé de lo que será capaz de hacer.Intento pensar en una escapatoria, pero mi mente no me colabora, quizás por el chat de tequila, a lo mejor por el trago que me he pegado en el bar que ya he olvidado, como si fuera parte de un recuerdo muy lejano.Quizá parte de los nervios de estar a la merced de un psicópata. Sin embargo, mi sentido de auto supervivencia me hace querer pensar en algo con desesperación.—¿Por qué no me quitas la venda de los ojos y así podemos divertirnos un poco más? —Le preguntó intentando sonar segura, aunque mi voz temblorosa y mis labios están resecos. —Creo que nos irá mejor….—Pero él no me deja terminar la frase, otro golpe se estampa en mi mejilla y lo escucho suspirar.—¿Cómo te he d
Último capítulo