Al día siguiente el viento se colaba entre las ramas secas de los árboles del campus como un susurro cargado de presagio. Esa mañana el cielo estaba más gris de lo normal. Un tono opaco, apagado, que parecía cubrir el sol como si lo ocultara a propósito. No me sentía del todo bien. No por que estuviera enferma, sino por una sensación persistente de peligro, como si algo invisible caminara cerca. Acechándome. Lo supe incluso antes de salir de casa.
Lo vi por primera vez ese mismo día, cuando salía de clase. Me miró desde el fondo del pasillo, y por alguna razón, un escalofrío me recorrió la espalda.
Oskar.
Joven en apariencia, con una belleza refinada y un aura que inspiraba respeto. Se infiltró en la universidad como un estudiante nuevo de intercambio. Tenía papeles, uniforme, incluso una sonrisa amable. Pero yo estaba segura de que era una máscara.
Lucien apareció casi al mismo tiempo, cruzando el patio con su andar elegante, su abrigo largo ondeando tras él. Su mirada se clavó en