Nilda se sentía la auténtica dueña del rancho, para quienes alguna vez afirmaron que las mujeres lobo no tienen alma de Alpha o que no aspiran al dominio, ella era la prueba viviente de lo contrario, no solo anhelaba poder y dinero; Nilda estaba convencida de que Magnus le debía algo. Año tras año, elevaba sus plegarias a la luna, esperando fervientemente que uno de los dos Alphas, Magnus o Malakai, la aceptara como su compañera y así ser la luna de Red Moon, porque no era únicamente un asunto de atracción hacia ambos; para Nilda, se trataba de asegurarse un lugar de poder.
Sabía con certeza que, llegado el día en que Magnus cediera su puesto, el liderazgo del rancho Red Moon recaería en Malakai, y esa perspectiva la llenaba de ambición, era ese mismo deseo el que alimentaba su odio hacia Natalie, al punto de idear maneras de mantenerla fuera de su camino, aunque al parecer, ya no bastaban los rumores venenosos que había hecho correr por el pueblo; si estos no lograban su cometido, Ni