Frente al espejo de su baño, Alfonso se rasuraba. No haberse vuelto a convertir en el Kamus náufrago luego de lo ocurrido con Unavi era indicio de su fortaleza emocional. Si el objetivo de ella había sido destruirlo, no lo lograría. Deluxe y sus nuevos proyectos arrasarían frente a la competencia y él se alzaría como el triunfador que era.
Las penas de amor eran para los perdedores.
Terminó de asearse y se vistió. Un traje italiano, de corte casual, fue su elección. Eran prendas nuevas, para su nueva vida. Honestamente se veía estupendo, como si atravesara su mejor momento. Repitió aquel pensamiento mientras conducía y recogía a Anahí.
—¿De qué color es tu vestido?
—Es palo rosa. ¿Me queda bien?
—Todo te queda bien, tienes buen gusto y sabes de colores.
Las particularidades de Unavi que acabaron por conquistarlo no eran exclusivas de ella, ahora lo sabía, el personaje que había inventado para seducirlo resultaba ser bastante corriente y eso lo aliviaba.
—Es posible que mi madre se pon