Me habían llevado al Renacer. Leónidas me tenía apresado y, de vez en cuando, me torturaba con sus comentarios.
—No tienes idea de la satisfacción que experimento al saber que, en breve, mi venganza será servida.
No respondí. Mi mente estaba enfocada en Victoria… y en la amarga frustración de haberle fallado.
Anastasia, al ingresar a la propiedad, selló todas las puertas —las físicas y las de otros planos—, impidiendo que cualquier humano o centinela accediera. La hacienda se convirtió, así, en una fortaleza.
—Debiste reflexionarlo dos veces antes de traicionar al amo —insistió Leo.
Mi respuesta fue