Capítulo 95 — La Jaula de oro y las leyes de hierro
El conde de Derby desmontó con la ayuda de un mozo de cuadra. Se sacudió el polvo de la chaqueta y se ajustó los guantes, con esa dignidad inquebrantable que lo caracterizaba. A su lado, el marqués de Northfolk y el duque de Richmond intercambiaban comentarios breves sobre la jornada, manteniendo una cortesía fría pero impecable.
Apenas puso un pie en el primer escalón de la entrada, un empleado de librea se acercó con paso rápido y silencioso, llevando una pequeña bandeja de plata.
— Mi lord —dijo el sirviente en voz baja—, la señorita Herbert ha solicitado que se le entregue esto apenas usted llegara.
El conde tomó la nota doblada. Reconoció la caligrafía de Virginia al instante. La desdobló allí mismo, bajo la luz de los faroles que acababan de encenderse.
“Señor, le ruego que me conceda unos minutos antes de la cena. Necesito hablar con usted en privado sobre un asunto que no admite demora. Lo esperaré cerca de su despacho.”
El