Capítulo 89 — Rutas que el destino entrelaza
Ninguno de los dos había dormido realmente; la mezcla de ron, melancolía y conversaciones profundas los había dejado exhaustos. Aun así, emprendieron el viaje temprano, con la esperanza de que el aire frío despejara sus pensamientos.
Arturo no solía conciliar el sueño en los carruajes, pero esa mañana era distinta. El cansancio le pesaba en los párpados y la cabeza le martilleaba con cada traqueteo de las ruedas. Esteban no estaba en mejor condición; por más que intentara mantener la compostura, terminó cediendo al sueño apenas atravesaron las primeras horas del camino. Ambos pasaron la mayor parte del trayecto dormidos, inclinados cada uno hacia su lado como dos hombres que habían librado batallas demasiado personales.
Cerca del mediodía, el carruaje se detuvo frente a una posada modesta pero limpia. Los hombres descendieron despacio, estirando las extremidades entumecidas por el viaje y la falta de descanso.
Una vez sentados, y luego de h