Capítulo 41 — Dulces conspiraciones
La mañana amaneció tibia, con un sol tímido que apenas se atrevía a filtrar sus rayos entre las cortinas de encaje de la residencia Derby. Virginia se despertó con un ánimo inusualmente alegre; tal vez fuera el recuerdo de su encuentro en el museo o la carta que había recibido de Charlotte la tarde anterior, confirmando su cita para reunirse en la famosa heladería del centro, donde todas las jóvenes de la temporada iban a probar los sabores más exquisitos de Londres.
Aquella heladería era un punto de encuentro casi sagrado entre las damas jóvenes de sociedad. Se decía que allí se decidían amistades, compromisos y hasta escándalos, todo bajo el pretexto inocente de una copa de helado de limón o vainilla.
Mientras Amanda ajustaba su cabello con esmero, Virginia pensaba en lo agradable que sería volver a saborear algo que le recordara a su tierra. El helado de frutilla, en especial, le traía reminiscencias de las tardes calurosas de América, cuando la