70- El precio de la arrogancia.
Cuando menos se lo esperaban, dos guerreros al servicio de Ronald salieron de sus escondites como espectros hambrientos de sangre. Se lanzaron sobre Gregor con la precisión de asesinos entrenados, con espadas de plata listas para clavarlas en su espalda.
El tiempo pareció detenerse.
Pero Elyria, sin volverse siquiera, levantó una sola mano.
Mairen y Ronald apenas alcanzaron a seguir su movimiento cuando una ráfaga cegadora de poder divino descendió del cielo como una lanza hecha de furia celestial.
Antes de que las espadas de plata pudieran siquiera rozar la piel de Gregor, los dos guerreros se desplomaron al suelo como marionetas con los hilos cortados.
Sus cuerpos comenzaron a convulsionar levemente, como si un peso invisible y colosal los aplastara contra la tierra. Intentaron moverse, pero fue inútil. Algo los sujetaba. Algo superior, e inquebrantable.
Sus músculos se tensaron, sus venas comenzaron a marcarse como si ardieran por dentro.
Un grito ahogado brotó de uno de ellos,