La mirada de Rheon barrió la escena: yo, su Luna prisionera, fuera de la cabaña, desaliñada y temblando, aferrada a su guardia, que parecía igualmente aterrorizado. La confusión y la rabia lucharon en su rostro, una tormenta contenida a punto de estallar.
No se movió. Su primer acto fue una orden, su voz era un gruñido bajo y letal dirigido al eslabón más débil, pude notar como su aura de Alfa se imponía a nuestro alrededor, sospechaba de que lo estuviésemos engañando y planeaba obligar al guardia a decir la verdad… por la fuerza —Explícate. Ahora.
El guardia joven se sobresaltó como si lo hubieran golpeado. Las palabras que le había regalado se derramaron de sus labios en un torrente de pánico, agradecí internamente que fuese tan joven e inexperto, porque se había creído por completo mi mentira y la aceptaba como una verdad absoluta. De esa forma, ni siquiera el comando del Alfa le haría decir algo diferente, porque no había otra versión para él.
—¡Alfa! ¡Fuimos atacados! Eran... er