El aire parecía volverse más espeso a medida que avanzábamos. Cada paso que dábamos resonaba en el silencio de la noche, un sonido pesado que, en lugar de brindar confort, solo alimentaba la sensación de que algo nos observaba, acechaba desde las sombras. El viento soplaba entre los árboles, pero su murmullo era diferente ahora. Ya no era el canto tranquilo de la naturaleza. Era una advertencia. Una amenaza invisible que se cernía sobre nosotros.
Ashen caminaba delante de nosotros, su postura erguida, su mirada fija en la oscuridad. Sabía que algo no estaba bien, y aunque su cuerpo permanecía en constante alerta, no lo mostraba. Estaba concentrado, como siempre lo estaba en una misión. Pero en sus ojos se reflejaba una inquietud que no podía ignorarse.
Dorian, a mi lado, no decía nada, pero su tensión era palpable. Había algo en su cuerpo que no era natural: sus pasos eran firmes, pero sus ojos no dejaban de escanear el entorno, como si cada sombra representara un posible peligro. A p