Ren volvió a la rutina con la esperanza de toparse con Hyeon, nervioso y cansado como si cargara piedras invisibles en los bolsillos. No veía a Hyeon por ninguna parte, ni en la universidad, ni en los lugares que solían cruzarse.
Lo único que notaba ahora era esa sombra silenciosa: un guardia vestido de civil, siempre a cierta distancia, que lo seguía como una sombra inoportuna. Cómo si estuviera observándolo a la distancia como antes.
—Ya ni respirar me dejan mis padres. Maldita sea ¿porqué tuve que ser un omega? —murmuró, apretando los libros contra el pecho.
Carlos, su nuevo compañero de cuarto, lo alcanzó mientras bajaban las escaleras.
— ¿Otra vez ese tipo? La chaqueta marrón. —señaló disimuladamente.
—Sí… siempre está ahí. —Ren tragó saliva—. De seguro son mis padres que lo envían, estoy seguro.
—Uf, hermano, eso está bien macabro. Ni las novelas mexicanas son tan tóxicas.
Ren muy débilmente. Llegan al apartamento y Ren nota una invitación en su mesita. La abre y es la fiesta pa