Amara

Cada día que pasaba en este lugar sentía algo que mi corazón se apretaba más ante la confusión, ante las emociones que tengo y los sentimientos que crecen.

No sé ni siquiera que soy o qué le pasa a mi cuerpo con esos antojos extraños de sangre que me dan y luego no puedo retener. Me sentía perdida y solo quería salir del lugar.

Cada día voy al bosque con la esperanza de verlo, pero él no había vuelto, me sentía dolida ¿Se había olvidado de mi?

Me di cuenta que mi loba reaccionaba increíblemente rápido ante su presencia lo cual me tranquiliza al saber que ella sigue conmigo, débil, pero lo está. Ahora estaba en el comedor junto a Vicent y Leatriz, comiendo como si fuéramos un feliz trío amoroso. Asco me da.

–No has comido nada– Vicent me mira preocupado, desde el beso en el balcón no hemos dirigido palabras o hemos evitado encontrarnos, pero inevitablemente siempre coincidimos. Como ahora.

–No tengo apetito.

–¿Quieres?– me ofrece su copa, de la cual dudo pero acepto. Siento com