Clara se miraba en el espejo del vestidor del hotel, ahora distinta. El cabello definido en rizos que caían con gracia, las uñas en un rojo encendido que hablaban de seguridad, el vestido negro que abrazaba su silueta con una elegancia sobria. Había pasado la mañana en un spa, liberando tensiones, y por primera vez en semanas se sentía ligera, como si la piel respirara un aire nuevo.
Sin embargo, el teléfono vibraba sobre la mesa. Un nuevo mensaje de Mateo.
"Clara, lo lamento. No busco excusas, solo necesito que sepas que aún te amo."
Ella cerró los ojos. Lo había leído la noche anterior, pero no se había atrevido a contestar. Hoy, en cambio, se sentía diferente. Más fuerte. Más dueña de sí.
Escribió lentamente, cada palabra pensada:
"Mateo, no estoy lista para hablar contigo. Si lo hacemos, será cuando yo quiera y bajo mis condiciones. No antes."
Presionó enviar y dejó el móvil a un lado. Respiró profundo. No había odio en esas palabras, pero sí una firmeza que jamás había usad