Capítulo 94

A la novena herida, la cantidad de sangre que he perdido es demasiada. El charco de sangre fresca debajo de mí desprende un aroma metálico que me provoca náuseas. En parte me ayuda a mantener la cabeza clara, pues es tan penetrante, que resulta molesto. El conejo se separa de mí, el dolor al sacar mi puñal de mi clavícula es agónico, el sonido que hace al desprenderse de músculo y piel me provoca náuseas.

La mantis religiosa mutante exprime más del jugo ese y siento a mi cuerpo arder. Ya ni tengo fuerzas para gritar.

Hace rato que los guerreros monstruo iniciaron una melodía de guerra, sus gritos se unieron entre cánticos que lejos de darme motivación, me arrullan. Los ojos se me cierran, apenas puedo moverme y mirar de frente me provoca un esfuerzo sobrehumano. El conejo no se ve mejor que yo, está empapado en sangre, de pies a cabeza su pelaje blanco ahora es rojo y gotea rítmicamente.

Estamos frente a frente, la mirada cansada de Arepo recorre mi cuerpo mientras se deja caer pesada
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