Capítulo 99

Aterrizar en la selva es mucho más elegante que en el desierto.

Esta vez no salgo volando, no aterrizo frente a un cactus mutante y no hay sol cuyos rayos deslumbrar, pero no dan un calor acogedor. Mi mano sigue firme sobre la de Arlen y a pesar del desequilibrio inicial, puedo fingir que ni siquiera tropiezo.

En el mundo terrenal, el calor húmedo podría sofocarme a tal punto de hacerme jadear con cada paso, sin embargo, a pesar del sol y de la humedad, no se siente calor, más bien es un clima templado que ni siquiera me hace sudar.

No hay ruido, casi parece que caminamos dentro de un cuadro, pues debería haber zumbidos de mosquitos, roces de animales con las plantas y algunos chapoteos en el grueso río. Pero esto está tan muerto como un cuadro. El silencio me da escalofríos. Nuestros pasos deberían resonar, pero los roces de los zapatos con el fango son imperceptibles.

Y entonces lo entiendo: Nada en este plano es normal para mí, cada ecosistema, aunque parecido, va a tener diferenci
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